El pozo de Darvaza, en Turkmenistán.
Nos remontamos al 1971 cuando un grupo de geólogos rusos decidieron explorar el área del desierto de Karakum en Turkmenistán en busca de campos petrolíferos.
Durante la exploración, decidieron perforar un área cavernosa, una cueva natural que tenía una grieta de la cual emanaba gas natural. Como resultado, el colapso del suelo se llevó todo el equipo de perforación que tenían, creando un enorme agujero de más de 60 metros de diámetro y 30 metros de profundidad.
Por suerte no hubo muertos, pero del gran pozo que crearon salía gas natural, el cual está compuesto principalmente de metano. Ante el temor de que los gases tóxicos del metano que se filtraban hicieran los alrededores inhabitables, los ingenieros decidieron prenderle fuego y quemarlo. En unas pocas semanas, a lo sumo, el fuego se extinguiría cuando finalmente se consumiera el gas, o eso pensaron. El cráter ha estado en llamas durante 47 años y todavía lo está.
Hoy en día, el pozo Darvaza, o la «Puerta al infierno», como muchos la llaman, es una popular atracción turística, por la noche se puede observar en todo su esplendor.
El intenso calor que emana del cráter solo te permite acercarte a sus bordes durante unos pocos minutos, hasta que la temperatura se vuelve insoportable.